Gabriel Fauré, (Pamiers, Francia, 1845-París, id., 1924), fue compositor, pedagogo y pianista francés. Por la elegancia de su escritura, la perfección de la forma, la constante búsqueda de la belleza y su intenso melodismo, Gabriel Fauré es uno de los músicos franceses por antonomasia. Es también una de las figuras clave de la evolución de la música francesa desde el Romanticismo hasta la modernidad del siglo XX, representada por Claude Debussy y Maurice Ravel.
Discípulo y más tarde amigo de Camille Saint-Saëns, Fauré se inició en la música como organista en diversas parroquias de París, antes de que le fuera concedido el cargo de maestro de coro de la Madeleine en 1877. Primer organista de esta iglesia desde 1896, ese mismo año entró en el Conservatorio de París como profesor. Excelente pedagogo, siempre abierto y respetuoso con las nuevas corrientes musicales, contó entre sus alumnos con algunos de los nombres más destacados de la música francesa de las primeras décadas del siglo XX, como Maurice Ravel, Charles Koechlin, Florent Schmitt, Nadia Boulanger o el rumano George Enesco.
En 1905 alcanzó la cúspide de su carrera profesoral al ser nombrado director de dicha institución. Dimitió de este cargo en 1920 a causa de la sordera, que en los últimos años de su vida fue total.
Como compositor, Fauré destacó sobre todo en la creación de música de cámara y para piano, y de melodías para voz y piano. Sus dos sonatas para violín y piano (1876 y 1917), sus dos cuartetos con piano (1879 y 1886), los Nocturnos para piano solo (1875-1921) o el ciclo de melodías sobre poemas de Verlaine La bonne chanson (1894), entre otras obras, representan lo mejor de su talento en este campo. Sin embargo, no se deben olvidar algunas de sus incursiones en la escena lírica, con títulos como Prométhée (1900) y Pénélope (1913), o la música incidental compuesta para el drama de Maurice Maeterlinck Pelléas et Mélisande (1898), uno de cuyos fragmentos, Siciliana, se ha convertido con el tiempo en una de las páginas más divulgadas del compositor francés.
El Réquiem en Re menor, Op. 48, es una de las más populares misas de réquiem. Considerada como una de las más hermosas, es interpretada habitualmente por coro y orquesta. Fue escrita entre 1886 y 1888, e interpretada por primera vez en la Iglesia de la Madeleine a comienzos de 1888 en unos servicios fúnebres, y, en mayo ya como concierto. La pieza consta de siete partes, su duración sobrepasa la media hora y el texto es en latín:
I. Introit et Kyrie
II. Offertoire
III. Sanctus
IV. Pie Jesu
V. Agnus Dei et Lux Aeterna
VI. Libera Me
VII. In Paradisum
Notablemente innovadora, al escribirla, Fauré ajustó el tradicional orden litúrgico omitiendo la Sequence (que representa a "Dies irae" y a "Rex tremendae") y añadiendo "In Paradisum", que deriva del Order of Burial, antes de la Misa de Difuntos; desaparece, pues, el apocalíptico horror de la ira de Dios, y hay por el contrario una serena y definitiva visión confortable del cielo.
Hay tres arreglos; el primero es el original y el más corto, diseñado para coro, órgano, violines, timbales y arpa. En el segundo, diseñado en 1893, Fauré añadió un barítono el sexto movimiento, así como trompetas, trompas y fagotes. En el tercer arreglo (que parece haber sido diseñada por uno de sus alumnos) se añaden más instrumentos de viento, metales y cuerdas, y es el más habitualmente interpretado.
Especialmente emotivos son el Introit and Kyrie, la poderosa aria del barítono del Offertoire: "Hostias et preces tibi", el Sanctus y el prístino solo de la soprano, "Pie Jesu". Para muchos amantes de la música, Fauré se identifica casi exclusivamente con esta obra, que se ha convertido para muchos en la quintaesencia del género romántico.
Fauré escribió sobre su réquiem: "Se ha dicho que mi réquiem no expresa el miedo a la muerte y ha habido quien lo ha llamado un arrullo de la muerte. Pues bien, es que así es como veo yo la muerte: como una feliz liberación, una aspiración a un felicidad superior, antes que una penosa experiencia. La música de Gounod ha sido criticada por sus sobreinclinación hacia la ternura humana. Pero su naturaleza le predispone a sentirlo de esa manera: la emoción religiosa toma esta forma dentro de sí. ¿No es necesario aceptar la naturaleza del artista? En cuanto a mi Réquiem, quizás también he querido yo escapar del pensamiento más habitual, ¡después de tantos años acompañando al órgano servicios fúnebres! Me lo sé todo de memoria. Yo quise escribir algo diferente."
Determinados disgustos personales pudieron influir en la composición, pues el inicio de su composición se produjo tras la muerte de su padre, y antes de terminarla su madre también murió. El Réquiem puede ser visto así como una expresión de la tragedia personal de Fauré escrita tras la muerte de sus padres. No obstante, se suele indicar que Fauré dijo que su Réquiem fue compuesto "por la alegría por ello", aunque pudiera no haber sido sincero al decirlo.
El Réquiem es también reconocido como una fuente de inspiración para el Réquiem de Maurice Duruflé.
La obra de Fauré fue interpretada en 1924 en su propio funeral.
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