La creación de la Sociedad Nacional a partir de 1871 suele considerarse el renacimiento musical francés, cuyo objetivo fue alentar la composición en el país. Este hecho determinó el auge de la música sinfónica y de cámara de fines de siglo. Luego, en 1894, se fundó también en París la Schola Cantorum, que se especializaba en los estudios históricos y musicológicos, en oposición a la preparación puramente técnica que daba el Conservatorio. En dicha época convivieron tres corrientes creativas: la cosmopolita, influida por Wagner y encabezada por Franck y discípulos como Vincent D'lndy; una segunda, de inspiración nacionalista y encabezada por Saint-Sáens y sus seguidores (Fauré y sus alumnos Florent Schmitt, Roger Ducasse, André Messager o el mismo Ravel); y una tercera, innovadora, que se determina a partir de Debussy.
Revelando una precocidad mozartiana como pianista y compositor, Camille Saint-Saëns fue un niño prodigio, de familia humilde, que durante su carrera estudió con varios maestros. Intentó ganar el Prix de Rome dos veces y fracasó. Estudió composición con Halévy y ganó un premio con su Oda a Santa Cecilia. Acudieron a sus conciertos de órgano en la iglesia de la Madelaine personajes de la talla de Clara Schumann, Pablo de Sarasate o Antón Rubinstein. También fue concertista y realizó prolongadas giras en las que ejecutaba sus propios conciertos de piano e incluso dirigía sus propias obras para orquesta.
Charles Camille Saint-Saëns, (París, 1835 - Argel, 1921), perdió a su padre cuando contaba solamente cuatro meses, y recibió la primera formación musical de su madre y de una tía; se mostró tan precoz en tal aspecto que a los cinco años pudo ya componer para el piano. Fue confiado entonces a la guía del pianista Stamaty, el cual lo presentó como pequeño virtuoso del piano en 1845.
Estudió órgano con Benoit y composición con Halévy. En 1852 ganó un concurso con una Ode à Sainte Cécile; en 1853 fue nombrado organista de St. Merry, y en el año 1857 alcanzó el mismo cargo en la Madeleine; en 1861 obtuvo la cátedra de piano de la escuela Niedermeyer. Su primera obra teatral, Le timbre d'argent (1864-1865), no pudo llegar a la escena.
Temperamento batallador y enérgico, fundó en 1871 la Société Nationale de Musique, orientada concretamente al fomento de la ejecución y la difusión de la nueva música francesa. La iniciativa, a la cual se adhirieron, entre otros, Lalo, Franck, Bizet y Fauré, tuvo una gran importancia en sus aspectos de propulsión y organización. En 1872 Saint-Saëns pudo ver finalmente satisfechas sus aspiraciones escénicas: siquiera con escaso éxito, fue representada en la Opéra Comique su obra La princesse jaune.
A esta misma época pertenecen también algunas de las producciones sinfónicas más importantes del músico en cuestión: los poemas La rueca de Onfalia (1871), Phaéton (1873), Danza macabra (1874) y La jeunesse d'Hercule (1877), en el que puede percibirse una intensa influencia de las obras análogas de Liszt; y los Conciertos segundo, tercero y cuarto para plano, en sol menor (1868), mi bemol mayor (1869) y do menor (1875), cuyo virtuosismo pianístico alcanza un alto nivel de perfección en cuanto a la forma y a la estructura, y de acuerdo con esquemas imponentes y grandiosos, pero generalmente poco profundos.
La infatigable actividad creadora de Saint-Saëns abarca todos los campos de la música y todas las combinaciones instrumentales y vocales posibles. Sin embargo, su gran aspiración fue siempre el teatro. Le dio ocasión a ello Liszt, su gran admirador, quien promovió en Weimar la representación de Sansón y Dalila, celebrada el 2 de diciembre de 1877; se trata de la mejor obra del músico, tanto por su vigoroso planteamiento como por la fuerza de los coros y la amplitud descriptiva del ambiente, y es la única aún hoy representada.
Cuanto posteriormente compusiera Saint-Saëns presenta bien un valor académico y formal, siquiera siempre dentro de una cuidadosa dignidad de construcción -así, Henri VIII (1883), Ascanio (1890), Déjanire (1898), los dos Conciertos para violín en do mayor y si menor (1879 y 1880), la Sinfonía en do menor con órgano y dos pianos (1886), y el quinto Concierto para piano (1895)-, o bien meramente descriptivo y agradable, como en la "fantasía zoológica" El carnaval de los animales (1886).
Durante las últimos años de su vida Saint-Saëns fue interesándose cada vez más por la música popular árabe; pero su producción no anduvo, en este ámbito, más allá de un genérico orientalismo amanerado. Acariciado por el honor y la fama, terminó casi repentinamente sus días en Argel, donde pasaba el invierno desde hacía ya algunos años, poco después de la primera Guerra Mundial, en cuya época figuraba entre los nacionalistas más ardientes. Notables son también los artículos que publicó durante su vida en diversos periódicos y revistas, reunidos en los volúmenes Harmonie et mélodie, Portraits et souvenirs y, singularmente, École buissonnière.
Una de sus principales obras, "La Danza macabra" es un poema sinfónico (Saint-Sáens es el primer francés en adoptar esta forma creada por Liszt) que lleva el número de opus 40, compuesto en 1874 y basado en un poema de Cazalis, en el que la muerte toca el violín y los esqueletos bailan a su compás. Para conseguir este clima fantasmagórico, al autor hace uso de variados recursos orquestales, desde un xilófono que imita el ruido de los huesos al danzar, a la inclusión del Dies Irae o la personificación del oboe como gallo que anuncia la salida del sol. El sonido irreal del violín se logra cambiando la afinación de la cuerda más aguda.
De sus cinco sinfonías, sólo tres son numeradas y destaca la Primera de gran brillo orquestal, la Segunda como prima hermana del Concierto para Piano Nº 2, y la Tercera, la famosísima Sinfonía Nº 3 con Organo.
Esta última con sus místicos movimientos iniciales y la gloria absoluta del gran final, eleva esta composición a un pedestal de preferencia perenne entre el oyente lego y culto.
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