El movimiento impresionista surgió en Francia a fines del siglo XIX con pintores como Monet, Cezanne, Degas y Renoir que impulsaron la salida del arte de los talleres para acercarlo a la naturaleza, con sus luces, transiciones difusas de color, todo lo que creó una impresión de atmósfera. En cuanto a la música, el término impresionismo se aplicó de manera semejante. Surgieron figuras como Debussy, Ravel, Scriabin, Falla o Respighi, entre otros. Debussy se consideró más próximo al mundo de los simbolistas, como los escritores y poetas Baudelaire o Verlaine, quienes sugirieron esta significación a través de leitmotivs que no se dirigen (como en el caso de Wagner) a una identificación del personaje o la situación, sino a recrear un ambiente lleno de sensualidad y fantasía. El lenguaje musical adquirió nuevas sonoridades con el fin de evocar mundos etéreos
Claude Achille Debussy; St. Germain-en-Laye, 1862 - París, 1918), fue un compositor francés, iniciador y máximo representante del llamado impresionismo musical, sus innovaciones armónicas abrieron el camino a las nuevas tendencias musicales del siglo XX.
Debussy puso en marcha un nuevo concepto de la música, liberada de las ataduras relacionadas con la tonalidad. Su obra devela tintes modernistas, simbolistas y de otras influencias como las étnicas, que encontraban su auge a finales del siglo XIX, aunque su obra suele vincularse al impresionismo. Para él no se trata de trasladar la naturaleza a la música, sino de evocarla. Ejerció una decisiva influencia en su época y en etapas posteriores, desde Ravel a los músicos más destacados del siglo XX.
Antes de alcanzar su propio y peculiar estilo, Debussy dio paso a los modernos, por ejemplo Messiaen, Webern, Bartók y Stravinski. Fue un innovador que revolucionó las formas pianísticas y orquestales. Bajo la traslúcida delicadeza de sus composiciones hay una estructura sólida; pero, como corresponde a un auténtico impresionista, Debussy nos dejó música colmada de esplendentes colores, de texturas finísimas y de luces relucientes.
Debussy fue uno de los compositores más originales del mundo de la música. A los nueve años comenzó a recibir lecciones de piano de un ex alumno de Chopin; después, ingresó al Conservatorio de París a los once años, y allí estudió teoría de la música y composición hasta 1884. Se rebeló constantemente contra las reglas musicales fijas y buscó nuevos acordes y líneas melódicas. Dos excursiones estivales, en 1880 y 1881, para enseñar a los hijos de la baronesa von Meck, protectora de Chaikovski, pusieron a Debussy en contacto con la música "desordenada" y "distinta" de los Cinco rusos. También viajó a Bayreuth y durante un momento se sintió sometido al encanto de la música de Wagner. Al retornar al Conservatorio, irritó todavía más a sus profesores porque compuso armonías disonantes y extrañas progresiones de acordes. Pese a esto, consiguió ganar el Prix de Rome en 1884 por su cantata sentimental, El hijo pródigo; pero permaneció .en esa ciudad sólo dos de los tres años que el premio le concedía. Allí compuso su cantata La damozel élue.
Al regresar a París se unió al grupo de poetas, escritores y pintores impresionistas, Verlaine, Baudelaire, Mallarmé y Monet, que estaban promoviendo técnicas nuevas en las artes. Una influencia indeleble se manifestó en la música de Debussy como resultado de su visita a la Feria Mundial de París de 1889, para la cual se erigió la Torre Eiffel. Aquí, el compositor no sólo se sintió fascinado por los sutiles cuadros y los vasos decorados japoneses, sino que se quedó impresionado ante los sonidos del "gamelan" javanés, un conjunto asiático formado por distintas combinaciones de gongs, xilófonos, metalófonos, tamboriles, cuerdas pulsadas y tocadas, una flauta o un oboe, pequeños címbalos y cantantes con la música compuesta en la escala de cinco o de siete tonos.
A partir de ese momento se desarrolló el verdadero estilo de Debussy, mientras combinaba los acordes para formar otros nuevos, revivía modos medievales y escalas tonales pentatónicas o integrales. Como la escuela impresionista de arte que diluía las formas realistas, creando en cambio nada más que los esbozos o las "impresiones" de un objeto, así el tono sutil y flotante de la música de Debussy suscita cierta impresión en el oyente. En su poema musical La Mer de 1903, oímos el Diálogo del viento y el mar y sentimos El Juego de las olas, que ondulan hacia la costa. En el idilio de 1894, titulado “Preludio a la siesta de un fauno”, nos sentimos transportados a una ensoñadora tarde estival. En 1912 el famoso bailarín de ballet Vaslav Nijinski representó el ballet sensual cuya coreografía creó para esta obra, y "escandalizó" al público. Otras obras orquéstales impresionistas incluyen la suite sinfónica La primavera, los Nocturnas (Nubes, Festivales, Sirenas), las Images, las Rapsodias para saxofón y orquesta, las Danzas sagradas y profanas.
Su ópera Pelléas y Mélisande, cuya composición le llevó diez años, se remonta al auténtico sentido de la ópera "el drama en música" pero no fue bien recibida porque no tenía arias y un ballet, y la orquesta tan sólo subraya la voz.
La mayor parte de su música para piano, que como el mismo compositor reconocía "aterroriza a los dedos", es ejecutada en nuestros días con frecuencia, y esa afirmación vale sobre todo para los dos Arabescos, La catedral sumergida, La muchacha de los cabellos de lino, La Valse, Ensoñación, la suite del Rincón de los niños, y la Suite Bergamasque, cuyo último movimiento es el famoso Claro de luna. La Petite Suite para dos pianos también tiene una versión orquestada. Otras obras para piano son los 12 preludios, los 12 estudios, las Estampes, Pour le Piano, Ulllejoyeuse e Images. Los títulos poéticos abundan en su obra, por ejemplo Jardines bajo la lluvia, Reflejos en el agua y Pasos en la nieve.
Los cantos y otras obras de música coral y de cámara son parte de la prodigiosa producción de Debussy. Su amistad con Erik Satie produjo los arreglos orquestales de las Gymnopédies del excéntrico compositor, y algunas transcripciones para piano de la música de Gluck, Schumann, Wagner, Raff, Saint-Saéns y Chaikovski.
La vida personal de Debussy afrontó muchas crisis económicas y emocionales. Su inclinación a la buena vida le endeudó constantemente, y además era conocido por sus tempestuosas relaciones amorosas. En 1899 ya se sentía más seguro, y se casó con una joven campesina, Rosalie Texier; pero la dejó en 1904 en favor de una refinada divorciada, Emma Dardac, con quien casó en 1905 después de que se divorciara.
Tuvieron una hija apodada Chouchou, para quien compuso Rincón de los niños y el ballet La Botte a Joujoux (La caja de juguetes). Por desgracia, la niña falleció a los catorce años. En 1909 Debussy supo que tenía cáncer. Durante los últimos nueve años de vida, protagonizados por el sufrimiento, compuso la mayoría de sus obras de cámara. Falleció durante la Primera Guerra Mundial, en el curso de un bombardeo a París. Otro bombardeo perturbó su funeral. Los periódicos, ocupados por las noticias de la guerra, prestaron poca atención a su muerte. Pasó un tiempo antes de que el mundo comprendiese que había perdido a uno de sus compositores más grandes.
Antes de alcanzar su propio y peculiar estilo, Debussy dio paso a los modernos, por ejemplo Messiaen, Webern, Bartók y Stravinski. Fue un innovador que revolucionó las formas pianísticas y orquestales. Bajo la traslúcida delicadeza de sus composiciones hay una estructura sólida; pero, como corresponde a un auténtico impresionista, Debussy nos dejó música colmada de esplendentes colores, de texturas finísimas y de luces relucientes.
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