Donizetti nació en el sótano de una casa, en Bergamo, en el año 1797. Hijo de Domenico Gaetano y Maria (Gaetano Donizetti como lo conocemos hoy en día) tuvo la buena fortuna de haber sido acogido por Johann Simon Mayr, Maestro di Capella de la ciudad de Lombard, quien lo educó, protegió y lo envió a estudiar música bajo la instrucción del renombrado Padre Stanlislao Mattei en Bologna.
Deslumbrado por esta transformación y al principio devoto de la música religiosa, el joven Donizetti sólo soñaba con presentarse en un escenario. Tal vez desconfiando de su destino, comenzó lentamente a abandonar las formas ,las farsas y los trabajos poco serios con los cuales inició su carrera operística. Establecido en Nápoles desde 1822, entre 1820 y 1830 él infatigablemente intentó ofrecer todo tipo de óperas en la península, a veces con éxitos fugases [Zoraida di Granata (1822) y La zingara (1822)], otras veces con miserables fracasos [Chiara e Serafina (1822) y Alfredo il grande (1823)], pero siempre implacablemente profesionales. Gaetano jamás dejaba ningún detalle sin retocar.
Comunicativo, bondadoso y pródigo, Donizetti estuvo siempre en su escritorio, indiferente o inconsciente de los celos que lo rodeaban, en un año escribió dos o tres óperas de un alto perfil, junto con cantatas, misas y motetes, satisfaciendo exitosamente cada encargo. Los napolitanos orgullosos de haber escrito algunas de las canciones más populares de aquella época lo consideraban como uno de los menos favoritos, por el simple hecho de ser “extranjero”. A lo largo de su estadía, tuvo que enfrentarse a situaciones injustas que alcanzaron el clímax cuando falleció su mujer, entre ellas la negativa a que sus mejores óperas sean puestas en escena en el S. Carlo debido a las muertes y desastres ocurridos cuando el gobierno de Nápoles intentó contener la marea del drama romántico asustando a los disturbios públicos. Otro de los problemas que debió enfrentar fue el constante rechazo a que tomara el puesto de Director del Conservatorio. De esta época resaltan Le fille du regiment y el drama Anna Bolena.
Por estos motivos, Donizetti determinó marcharse de Italia. Así, en 1838, Nápoles perdió al compositor cuyas deslumbrantes óperas habían formado parte de los mayores éxitos de dicha época: L’elisir d’amore (1832), La favorita, Parisina (1833), Lucrezia Borgia (1833), [Maria Stuarda (1834) sobre cuya música Donizetti fue obligado a anexar un texto menos inquietante], Roberto Devereux (1837) y, superior a todas las anteriores, Lucia di Lammermoor (1835), la ópera que obtuvo mayor éxito que ninguna otra. En 1843, llegó a París la última y más momentánea comedia del compositor: Don Pasquale, la cual no sólo alcanzó el éxito con un elenco sin igual (Grisi, Mario, Tamburini, Lablache) sino que también tuvo el honor de ser integrada a la gran tradición italiana de óperas cómicas.
Fue también una despedida para el compositor, pues durante décadas él había estado sufriendo de fiebre continua, dolores de cabeza y nauseas, acompañadas de una arritmia cerebral. En 1845 sobrevino una parálisis seguida de demencia. Hasta su muerte en 1848, permaneció aislado por voluntad propia y testarudez.
A pesar de que "L'elisir d'amore" se compuso al parecer en sólo trece días, se ha convertido en una pequeña obra maestra, en la que se manifiestan todas las buenas características de Donizetti. Sus tiernas melodías conmueven al oyente, al igual que las de Bellini; muchas veces resplandece su ingenio como en Rossini; a menudo está formado ya el embrión del dramatismo de su sucesor, Verdi. Donizetti lo prueba aquí, quizá por primera vez de manera perfecta. En muchas escenas es ligero e ingenioso como Rossini, en otras es lírico y sentimental como Bellini.
El estreno tuvo lugar en Milán el 12 de mayo de 1832. Donizetti modificó ligeramente la obra dos veces más. Ésta pasó rápidamente a todos los teatros del mundo y goza aún de una gran popularidad en todos los teatros de ópera. Uno de los intérpretes más famosos del papel de Nemorino fue Caruso.
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