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LA RUPTURA DE LA TONALIDAD


El Siglo XX ha sido un siglo de contradicciones. Mientras Britten escribe óperas tonales, Stockhausen experimenta con música electrónica, Oliver Messiaen busca inspiración en la música oriental, Pierre Henry intenta escribir música concreta, Pierre Boulez habla de serialismo integral y Luigi Nono de ámbitos sonoros. Las experiencias de música aleatoria han marcado el punto tal vez más audaz en esa intensa búsqueda de una forma de expresión musical del siglo pasado.
El Expresionismo nació en Alemania y se caracterizó por los contrastes y el apasionamiento, jugando con el inconsciente. Este período se destacó por las teorías psicologistas y su aplicación a las artes. Dichos postulados surgieron en Viena, asombrada por los descubrimientos de Sigmund Freud y escandalizada con los sonidos de la escuela de Schoenberg. La nueva música no buscaba el equilibrio, sino lo contrario. De las raíces del wagnerismo y el postromanticismo, surgió una orientación que acabó desarmando los elementos tradicionales, por el ímpetu anárquico del atonalismo y con un lenguaje que inventó su propia estructura: el dodecafonismo. El término expresionismo, como antes el impresionismo, se utilizó al principio para describir una corriente pictórica. El expresionismo fue subjetivo por definición y por eso está relacionado con el romanticismo pero difiere en los medios. Su tema principal fueron los conflictos, ansiedades, temores e impulsos irracionales del ser humano en general.
A excepción de culturas no europeas, como los árabes o los hindúes, y más allá de la técnica del dodecafonismo, la tonalidad fue atacada desde su afinación en semitonos, que permanecía inalterable desde tiempos de Pitágoras. El checo Alois Haba y después el mejicano Julián Carrillo investigaron la microtonalidad, proponiendo nuevas subdivisiones del tono: tercios de tono, cuartos de tono, etc. Otros precursores independientes de esta "micro-revolución" fueron Ivan Vishnegradski y el deslumbrante norteamericano Ivés. Uno de los problemas de estas obras fue encontrar instrumentos adecuados para su ejecución. Algunos utilizaron dos pianos afinados con un cuarto de tono de diferencia y otros propusieron la construcción de nuevos instrumentos. Hoy en día, los instrumentos electrónicos permiten utilizar cualquier división del continuum sonoro.
Las Tres piezas para piano op. 11 de Schoenberg fue una de las primeras obras que rompió por completo con toda referencia jerárquica a la tonalidad. Aunque había signos del nuevo lenguaje en su Segundo cuarteto y luego en El libro de los jardines colgantes. Pese a la innovación, Schoenberg no se consideraba un vanguardista, sino que había arribado al atonalismo como una consecuencia inevitable del desarrollo histórico. Esta ruptura no se limitó a sus alumnos, sino que sedujo a compositores destacados como Richard Strauss en Salomé y Elektra, Mahler en el Adagio de la Décima sinfonía, Sibelius en su Cuarta sinfonía o Scriabin, que murió a punto de abandonar la tonalidad. Además de algunas obras tempranas de Berg (Tres Piezas para orquesta) y de Webern (Seis Piezas orquestales), el atonalismo influyó también en Edgar Várese y en los norteamericanos Charles Ivés, Carl Ruggles y Henry Cowell, mientras que en Rusia lo reconocemos en Roslavets.
Después de una pausa de seis años, Schoenberg formuló un método de composición con doce sonidos sólo relacionados entre sí. Fue en 1923. La base de la composición era la serie, una fila en la que alternaban los doce sonidos cromáticos de la afinación occidental sin reiterarse. Esta serie sirvió como base de variaciones que alteraban su lectura, aunque mantenían intacta la estructura interna. A tal fin, Schoenberg utilizó todos los recursos polifónicos con los que contaba, desde la retrogradación (del final al principio de la serie) y la inversión (los intervalos hacia arriba van ahora hacia abajo, y viceversa), a la inversión retrógrada (combinación de las anteriores) y todas las transposiciones posibles. Los sonidos de la serie podían usarse sucesivamente (a modo de melodías) o simultánea (como armonía o contrapunto

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