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SINFONIA Nº 9-ALLEGRO MAESTOSO (BRUCKNER)


Anton Bruckner, [1824-1896], nació en Austria. Fue compositor y organista, autor de nueve sinfonías, cuatro misas y un Te Deum, entre otras obras. Católico ferviente, comenzó su carrera siendo niño en un coro. Era hijo de un maestro de escuela de Ansfelden y pasó largos años de penurias económicas. Su estilo musical y sinfónico está muy influido por Wagner y especialmente por su ópera Tristán e Isolda, que oyó en Munich. Con 43 años se enamoró de la joven Josephine Lang quien no le correspondía y, años más tarde, de la hija de ésta. Nunca llegó a casarse. Bruckner se destacó por la utilización de los recursos técnicos de la sinfonía del siglo XIX al servicio de un enfoque reverente con los textos sagrados. Defendió los ideales wagnerianos incluso sacrificando su propio éxito y enfrentándose al mismísimo Johannes Brahms.
La Novena Sinfonía fue iniciada en agosto o septiembre de 1887. Bruckner estaba todavía trabajando en ella el día de su muerte. El estreno de los tres movimientos terminados fue dirigido por Ferdinand Löwe, el 11 de febrero de 1903. La obra tiene muchos rasgos en común con las sinfonías anteriores de Bruckner pero lo que en algunas obras tempranas era usado en exceso y afectado, aquí se presenta con maestría y sofisticación. El resultado es una música de tremendo impacto emocional, desde el poderoso primer movimiento, a través del demoníaco scherzo, al tortuoso adagio.
Bruckner empezó a componer su última sinfonía casi inmediatamente después de finalizar la Octava; sin embargo, la Novena quedó sin terminar cuando el compositor murió, nueve años más tarde. Aunque siempre trabajaba meticulosamente y aunque sus sinfonías requerían largos períodos de gestación, nueve años dedicados a una sola obra era algo sin precedentes. Hubo varias razones por las que, a pesar de su ferviente deseo de concluir la sinfonía, no pudo hacerlo. Su salud estaba declinando y presentaba claros síntomas de inestabilidad mental. Una de las manifestaciones de su enfermedad fue la manía por revisar varias de sus sinfonías anteriores. Además, otro fanatismo se apoderó de él y minó sus energías. Su devoción religiosa, que siempre había sido fuerte, en sus últimos años quedó fuera de control. Su deseo de dedicar la Novena Sinfonía a Dios es sintomático de su obsesión. Pasaba varias horas por día en ferviente oración, horas que podría haber dedicado con más provecho a la composición. La ironía es que sus plegarias eran para tener más tiempo... tiempo para completar la Sinfonía en Re menor.
Como varios comentaristas han mencionado, Bruckner decidió tanto su estilo como su concepción de la forma sinfónica muy temprano en su carrera y posteriormente los refino pero nunca los modificó. A diferencia de un compositor como Beethoven, cuya comprensión de la sinfonía y cuyo estilo personal cambió a lo largo de los años, Bruckner encontró muy pronto su visión artística única y después exploró, incluso con mayor sutileza, las implicaciones y posibilidades de su lenguaje. La Novena Sinfonía es la culminación de este desarrollo.


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