Max Bruch, Colonia, 1838 - Berlín, 1920, fue un compositor alemán. Aunque cultivó todos los géneros, su fama descansa hoy sobre una única obra: el romántico y mendelssohniano Concierto para violín y orquesta núm. 1, página preferida de todos los intérpretes de este instrumento. Compuesto en 1867, su autor intentó infructuosamente repetir el éxito de esta partitura durante todo el resto de su carrera. Sin llegar a su altura, disfruta de cierta celebridad otra obra violinística concertante: la Fantasía escocesa.
Estudió en su Colonia natal con Hiller y Reinecke, entre 1857 y 1858, y después, con Hauptmann y Rietz. Entre 1862 y 1880 fue director de orquesta y de coros en Mannheim, Coblenza, Sonderschausen, Berlín y Breslau. Durante los siguientes tres años dirigió la Philharmonic Society de Liverpool y, en 1891, se hizo cargo de la dirección de la Meisterschule de la Akad. der Künste de Berlín.
En sus primeros años ya se mostró poco amigo de las formas modernas y partidario de Brahms. En esta línea se sitúan obras como Scherz (ópera en forma de singspiel), Lind und Rache (1858), Trío con piano en do menor (1858) y Concierto de violín en sol menor (1868). Además, compuso tres óperas, tres sinfonías, numerosos coros (sobre textos de Homero y Schiller), piezas para piano y música de cámara. Las obras de su madurez son de escaso interés, destacando tan sólo Kol nidrei (1881), sobre melodías hebreas para violonchelo y orquesta, y Concierto para violín en re menor (1878).
Scottish Fantasy es una de las grandes piezas de Max Bruch. Fue escrita entre 1879 y 1880, y se estrenó en Hamburgo en septiembre del mismo año en que fue finalizada.
Esta Fantasía Escocesa consta de cuatro movimientos. El primero empieza con unos acordes en los metales y arpa que introducen al solista, y éste da paso a una preciosa melodía escocesa, nostálgica y romántica. En el segundo aparece una nueva melodía, también muy Scottish, que da paso al tercer movimiento, lleno de melancolía y belleza. La última pieza, Finales: Allegro guerriero, está inspirada en una antigua canción escocesa de guerra, una versión vigorosa y agitada que cierra esta hermosa Sinfonía Escocesa.
Realmente, tal y como le dijo Joachim a Bruch, estos conciertos, más que conciertos, podrán llamarse fantasías.
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