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SINFONIA Nº 9-1º MOVIMIENTO (SHOSTAKOVICH)


Dimitri Shostakovich, nacido el 25 de septiembre de 1906 en San Petersburgo, se convirtió en uno de los tres grandes compositores rusos de su generación y llegó a ser uno de los maestros más importantes e indiscutibles en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Su inspiración, que no se detuvo nunca, le permitió crear un número casi increíble de obras. Era capaz de utilizar motivos populares de manera sencilla y penetrante, pero también de acumular disonancias y tratar la polifonía rigurosa y el jazz.
Su técnica orquestal es brillante, su capacidad de elaborar los crescendi y llevarlos a efectivos puntos culminantes (una herencia de Chaikovski) es notable. Sus sinfonías y conciertos son desiguales en cuanto a calidad, pero pertenecen en parte a la mejor música del siglo pasado.
Shostakóvich vivió durante mucho tiempo en su ciudad natal, que entre tanto había pasado a llamarse Leningrado; allí vivió la Segunda Guerra Mundial, el cerco de los alemanes y la heroica resistencia de los rusos. Allí nació la Séptima Sinfonía («Leningrado»), que mereció notable atención en Occidente aún durante la guerra, pues salió de la ciudad con riesgo humano y Arturo Toscanini pudo dirigirla en Nueva York.
Después de 1958, el compositor vivió en Moscú, donde murió el 9 de agosto de 1975. Había obtenido todos los premios importantes de la Unión Soviética, pero también fue distinguido numerosas veces por otros países.
En el campo del teatro musical creó dos obras que sin duda se cuentan entre las óperas valiosas de su época y merecen difusión mundial.
Es poco probable que en la actualidad se desentierre alguna obra perdida del gran maestro ruso (el público conoce muy poco sus dos contribuciones al teatro musical, La nariz y Katerina Ismailova o Lady Macbeth de Minsk), pero entre sus papeles postumos se descubrió un fragmento que, de no haber quedado incompleto, habría servido para terminar su tercera ópera: Los jugadores. Shostakóvich trabajó en ella en el dramático año de 1942, en el que Leningrado sufrió el sitio y el bombardeo de los alemanes. Puede parecer sorprendente que este boceto operístico, bufonesco y frivolo, cínico y entretenido, surgiera en una época tan trágica, pero es sorprendente también que quedara sin terminar y que nunca se continuara.
Uno de los mejores compositores polacos de la generación siguiente, Krzysztof Meyer, autor de la ópera Kyberiade (1973), emprendió el audaz intento de completar el fragmento de su compositor favorito, al que dedicó también una biografía aparecida en alemán; tuvo que recurrir en gran parte a su propia inspiración. Shostakóvich había señalado en una carta que el material existente era alrededor de «la séptima parte de la ópera»; duraba 30 minutos, poco en su opinión. Meyer, que varias veces había demostrado su valía como imitador de estilos (cierta vez se burló de todo el mundo, incluso de los expertos, «descubriendo» una presunta sinfonía de Mozart), se instaló de una manera tan completa en el mundo musical de su modelo que la ópera resultante fue una obra totalmente unitaria y sumamente interesante.
El argumento (un jugador tramposo que es esquilmado por otros jugadores más tramposos aún) se basa en una comedia de Gógol, pero contiene ampliaciones esenciales y acertadas. Esta obra de dos compositores brillantes, estrenada en Wuppertal el 12 de junio de 1983, significó un auténtico enriquecimiento del repertorio.
Debemos informar todavía sobre otra «nueva» ópera de Shostakóvich, pues también es un «hallazgo» y tiene las características de la música del maestro. Entre 1933 y 1935 Shostakóvich compuso la música de una película de dibujos animados basada en un cuento de Pushkin: El cuento del pope y su criado Balda. La música se perdió durante el sitio de Leningrado; más tarde fue reconstruida con autorización del compositor por la musicóloga Sofía Jentova y preparada para la escena, y resultó una obra encantadora. La Ópera del Estado de Berlín Oriental estrenó esta obra de cámara el 7 de junio de 1986.
La Sinfonía Nº 9 fue compuesta en 1945 y supuso un nuevo enfrentamiento con las autoridades soviéticas, que la tildaron de cerebral, ya que esperaban una Novena beethoveniana que celebrara el triunfo en la Segunda Guerra Mundial. Se compone de cinco movimientos cortos con una duración total cercana a la media hora. Especialmente humorísticos son los movimientos primero, tercero y quinto, mientras que los otros son más líricos e introspectivos: una victoria celebrada como una liberación que transmite optimismo y ganas de vivir a través de un lenguaje simple y lúcido, lleno de melodías brillantes.