La Música Medieval está marcada por un carácter básicamente religioso y casi todos los trabajos realizados eran para la iglesia Católica. En cuanto a la Música profana, era difundida gracias a los juglares y trovadores. En esta época apareció el llamado Canto Gregoriano que fue la culminación del canto sin acompañamiento.
Tras los relatos de los padres de la Iglesia como San Agustín y otros sobre la función de la música, el canto reglamentado por San Ambrosio y San Gregorio (que se perdió) fue analizado por Casiodoro, teórico sucesor de Boecio en la corte ostrogoda. La teoría del canto gregoriano se expuso luego a cargo del monje anglosajón Alcuino, que organizó la música en la corte de Carlomagno. Fueron ocho modos eclesiásticos o tonos, aunque San Isidoro de Sevilla (579 -636) había dedicado un estudio a la música en sus Etimologías.
Asimismo a fines del siglo IX el monje flamenco Huebaldo analizó la técnica del organum. A su vez San Odón, abad de Cluny, procuró cambiar los nombres de las notas, sin lograrlo. Lo consiguió en su lugar Guido D' Arezzo. Finalmente, se destacan los aportes intelectuales de John Cotton en el siglo XII y de su coterráneo Walter Odington en el XIV. Cien años atrás, el inglés John Garland fundó la llamada Escuela de París (distinguiéndola de la de Colonia). Luego retomó sus investigaciones Marchetto de Padua y los franceses Jean de Muris y Philippe de Vitry.
Las Cantigas de Santa María (o Cántigas de Santa María) (1221-1284) conforman el cancionero religioso medieval de la literatura en galaico-portugués (frente al profano que estaría constituido por las cantigas de amigo, de amor y de escarnio). Se trata de un conjunto de cuatrocientas veintisiete composiciones en honor a la Virgen María. La mayoría son cantigas que relatan milagros sucedidos con la intervención de María, integran también la obra las Cantigas das Cinco Festas de Santa María, las Cinco Cantigas das Cinco Festas do Nostro Señor, el Cantar dos Sete Pesares que víu Santa María do seu fillo y una maia
.