miércoles

CONCIERTO VIOLIN Y ORQUESTA-ALLEGRO (TCHAIKOVSKY)


Tchaikovsky solía pasar dificultades a la hora de encarar obras concertantes, ya conocemos los intríngulis y desencuentros que rodearon al 1er concierto para piano, así como las circunstancias que permitieron a Fitzenhagen crear su propia versión de las Variaciones Rococó. El concierto para violín también tuvo una gestación y estreno fuera de Rusia. Tchaikovsky lo compuso entre el 17 de marzo y el 11 de abril de 1.878, en Suiza, en circunstancias personales desastrosas, y el estreno correspondió al violinista Adolf Brodsky, secundado por el gran director Hans Richter y la Filarmónica de Viena (vaya estreno!), el 4 de diciembre de 1.881.
El concierto originalmente estaba destinado al gran violinista Leopold Auer, y de igual modo al affaire Rubinstein con el op.23, Auer declaró el concierto inejecutable, no sólo negándose a tocarlo, sino haciendo activa campaña publicitaria en contra de la obra. Finalmente Brodsky se aventuró a desafiar la censura impostada de Auer y decidió dar la premiere, pero no en Moscú, sino en Viena. El resultado de ese concierto fue un tumulto. El público vienés era de tradicion natural conservadora y sus críticos los más ponzoñosos de Europa. Mientras la mitad de la audiencia quedó eufórica ante las novedades audaces y ritmos gitanos del concierto, la otra mitad quedó espantada y le hizo la cruz a la obra. Estas reacciones, en conjunto con la crítica descarnada de Eduard Hanslick, al contrario de desalentar a Brodsky, lo envalentonaron a seguir tocando el concierto, obteniendo mayor éxito en Londres, y uno estruendoso y rotundo cuando por fín fue llevado a Moscú. Los críticos quedaron a la final en ridículo y el propio Auer años más tarde reconoció su error, enseñándolo luego a sus discípulos, entre los que se encontró nada menos que Jascha Heifetz.
El concierto planteaba retos increibles y avances revolucionarios para el mundo musical europeo decimonónico de los 80`s, de allí el rechazo inicial a la obra (como suele suceder ante lo verdaderamente revolucionario), pero una vez que las dificultades pudieron ser afrontadas y resueltas por las diferentes generaciones de violinistas, el concierto fue alcanzando posiciones hasta alcanzar el lugar que hoy tiene y merece.
Siendo que se trata del concierto más popular de todo el repertorio (lo cual no implica necesariamente que sea el mejor, pura y musicalmente hablando), todo violinista con algun lugar relevante en la historia del instrumento ha tenido que abordarlo, por lo que es de imaginar que grabaciones hay decenas y decenas. Es un concierto que se presta para conocer la personalidad de cada uno de los intérpretes, desde el sanguíneo virtuosismo del gran Jascha Heifetz, la calidez romántica de Milstein y Stern, pasando por el cerebral David Oistrakh, el estoicismo objetivista de Kogan y hasta la estandarización desromantizada que apreciamos en los violinistas del presente. Jascha Heifetz marca un hito importantísimo en este concierto, y en su célebre grabación secundado por otro grande, el director Fritz Reiner, se logró una cumbre olímpica, de la cual se puede decir que hasta ahora no se supera en altura. Dentro de las grabaciones que han pasado la prueba del tiempo y el consenso casi unánime de todos los melómanos, críticos, expertos y no tan expertos, esta es una de ellas, por lo cual no puede faltar en ninguna colección de música que se considere respetable, y menos en una discoteca básica tchaikovskiana. Esta es , pues, una joya esencial de Tchaikovsky.


VALS DE LAS FLORES DE "EL CASCANUECES" (TCHAIKOVSKY)


"El cascanueces" (en ruso: Щелкунчик, Shchelkúnchik) Op. 71 es un cuento de hadas-ballet en dos actos y tres escenas de Piotr Ilich Chaikovski (1840–1893), compuesto en 1891–1892. Tchaikovski puso música a la adaptación de Alejandro Dumas (padre) del cuento El cascanueces y el rey de los ratones, de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (puesta en escena por Marius Petipa y encargado por el director de los Teatros Imperiales Iván Vsevolozhski en 1891). En los países occidentales El cascanueces se ha convertido quizá en el más popular de todos los ballets, principalmente representado en Navidad.
Tchaikovski hizo una selección de ocho de los números del ballet antes de su estreno en diciembre de 1892, formando La suite de El cascanueces Op. 71a, concebida para tocar en concierto. La suite se tocó bajo la dirección del compositor el 19 de marzo de 1892, con ocasión de una reunión de la sucursal de San Petersburgo de la Sociedad Musical. La suite se volvió popular desde entonces, aunque el ballet completo no logró su gran popularidad hasta los años 1960.
Entre otras cosas, la música de El cascanueces se conoce por su uso de la celesta, un instrumento que el compositor ya había empleado en su balada sinfónica mucho menos conocida, El Voivoda (estrenada en 1891). Aunque se conoce como el instrumento solista presentado en el acto II de la Danza del Hada de Azúcar, la celesta se emplea en otras partes del mismo acto.
Tchaikovski estaba menos satisfecho con El cascanueces que con La Bella Durmiente del Bosque, su ballet anterior. Aunque aceptó el encargo de Iván Vsevolozhski, no tenía un interés particular en componerlo -a pesar de que le escribió a un amigo durante la composición del ballet: «Diariamente me vuelvo cada vez más afinado a mi tarea».
Se dice que durante la composición de la música del ballet Tchaikovski discutió con un amigo, quien apostó a que el compositor no podría escribir una melodía basada en las notas de la octava en secuencia. Tchaikovski le preguntó si importaba que las notas fueran ascendentes o descendentes, a lo que le respondió que no. Esto dio lugar al Grand adagio del Grand pas de deux, en el segundo acto, el cual se suele bailar después del Vals de las flores.
El ballet se estrenó junto con la ópera final de Tchaikovski, Yolanta, el 18 de diciembre de 1892 en el Teatro Mariinski en San Petersburgo, Rusia. Se ha debatido quién dirigió la coreografía específicamente para la primera representación. Aunque con frecuencia se le ha atribuido a Lev Ivanov, actualmente se cree que fue Marius Petipa. El ballet fue dirigido por Riccardo Drigo, con Antonietta dell'Era como el Hada de Azúcar, Pável Gerdt como el Príncipe Koklyush, Stanislava Belínskaya como Clara, Serguey Legat como el Príncipe Cascanueces y Timofey Stukolkin como Drosselmeyer.
Una versión abreviada del ballet se estrenó fuera de Rusia en 1927, en el Teatro Real de la Ópera de Budapest, esta vez con Ede Brada como coreógrafo.[3] La primera representación completa del ballet fuera de Rusia se realizó en Inglaterra en 1934, puesta en escena por Nicholas Sergeyev según la coreografía original de Petipa. Una versión abreviada del ballet, puesta en escena por el Ballet Ruso de Montecarlo y con Alexandra Fiódorova (que no se debe confundir con la profesora universitaria con el mismo nombre) como coreógrafa, se presentó en Nueva York en 1940, de nuevo según la versión de Petipa. La primera representación completa en Estados Unidos fue en 1944, representada por el Ballet de San Francisco, puesta en escena por su director artístico William Christensen. El Ballet de la Ciudad de Nueva York estrenó el montaje teatral de El cascanueces a cargo de George Balanchine en 1954. Como consecuencia, la tradición de bailar El cascanueces en su totalidad durante la Navidad se difundió en todos los Estados Unidos.
La obra empieza con una obertura «en miniatura», que da comienzo igualmente a la Suite. La música crea un ambiente propio de cuento de hadas mediante los registros altos de la orquesta. El telón se abre y muestra la casa de los Stahlbaum, en la cual se prepara la fiesta de la víspera de la Navidad. Clara, su hermanito Fritz y sus padres están celebrando la noche con amigos y familia, cuando entra el padrino misterioso, Herr Drosselmeyer, quien rápidamente saca un saco de regalos para todos los niños. Todos están felices, salvo Clara, que no ha recibido aún ningún regalo. Herr Drosselmeyer le muestra entonces tres muñecas de tamaño natural que bailan por turnos. Una vez que han acabado, Clara se acerca a Herr Drosselmeyer para pedirle un regalo, pero ya no le queda ninguno y Clara, decepcionada, corre a hacia su madre con lágrimas en los ojos.
Drosselmeyer saca luego un juguete, el cascanueces, con la forma de un soldado en uniforme tradicional de formación. Como los otros niños no lo quieren se lo da a Clara, que lo acepta con muestras de felicidad, pero su hermano lo rompe en un ataque de envidia.
La fiesta termina, suena el aire popular alemán Großvater Tanz y la familia Stahlbaum va a dormir. Mientras todos están acostados, Herr Drosselmeyer repara el Cascanueces. Cuando el reloj da la medianoche, Clara baja a hurtadillas a contemplar su querido cascanueces y oye a los ratones. No sabe si aún está soñando y trata de escapar, pero los ratones la detienen. El árbol de Navidad de repente se vuelve enorme, ocupando toda la habitación. El cascanueces cobra vida y junto a sus soldados defienden a Clara. El Rey de los ratones dirige al resto de roedores a la batalla. Aquí Chaikovski retoma el clima «de miniatura» de la obertura, y emplea los registros altos de la orquesta para la escena de la batalla.
Otra escena de El cascanueces.Se sucede un enfrentamiento, y cuando Clara tira un zapato al rey de los ratones y le sujeta por la cola, el Cascanueces se lanza contra él y le hiere mortalmente. Los ratones lo recogen y se lo llevan en retirada. Después, el Cascanueces se convierte en un príncipe. En el cuento original de Hoffmann y en las versiones del Ballet Real de 1985 y 2001, el príncipe es el sobrino de Drosselmeyer, a quien el rey de los ratones había convertido en un Cascanueces, y todos los acontecimientos posteriores de la fiesta de Navidad han sido llevados a cabo por Drosselmeyer para eliminar el hechizo.
Clara y el príncipe viajan entonces a un mundo donde un grupo danzante de copos de nieve los saludan y donde hadas y reinas les dan la bienvenida bailando. El telón cae y termina el primer acto.
Clara, el Cascanueces y Drosselmeyer llegan al Reino de los Dulces donde los recibe el Hada de Azúcar, su Caballero y el resto de los dulces. Se suceden una danza española, identificada con el chocolate, una china, a veces con el té, una árabes, Café, y una rusa, a veces Bastones de caramelo. La danza rusa es el Trepak), Mamá Jengibre y sus Polichinelas (a veces Bombones, o Payasos de la corte en la representación de Mijaíl Barýshnikov), las Flautas de lengüeta (a veces Pastoras de Marzipan o Mirlitons), el Hada de Azúcar, y el Vals de las Flores. Pero las danzas en el Reino de los Dulces no siempre siguen el mismo orden.
Después de las celebraciones, Clara se despierta bajo el árbol navideño con su cascanueces de madera, alegre por su maravillosa aventura, y cae el telón. Sin embargo, en la versión de Balanchine, nunca se ve a Clara despertándose, sino que tras todas las danzas en el Reino de los Dulces, ella y el Príncipe Cascanueces se deslizan en un trineo tirado por renos y finaliza la obra. El sueño ha sido real, como en el cuento original de Hoffmann. La versión del Ballet Real también lo representa de esta manera. Finalmente, el sobrino de Drosselmeyer, que había sido transformado en cascanueces, reaparece bajo forma humana en la juguetería de su tío.