sábado

CONCIERTO PIANO Nº 5-ALLEGRO CON BRIO (PROKOFIEV)


Después de el “fracaso” del Concierto Nº 4 para Piano y Orquesta, escrito para la mano izquierda, Prokofiev se puso a trabajar enseguida en el Nº 5, en mi bemol mayor y catalogado en el Op. 73. Ello ocurrió en el año 1932, con lo cual este compositor ucraniano “igualaba” a Beethoven en su serie de 5 conciertos para piano y orquesta. Fue estrenada casi de inmediato, el 31 de octubre; ello ocurrió nada menos que en Berlín actuando el mismo compositor al piano y bajo la dirección del notable Wilhem Furtwängler.
Es bien sabido que al poco tiempo este compositor ucraniano regresó a la Unión Soviética. Esta composición tuvo su estreno en dicha nación en 1939, pero no con el autor al piano, sino por un joven pianista llamado Sviatoslav Richter. Según algunos datos, este ejecutante tardó solamente un mes en aprendérselo y ejecutarlo ante el público, ¡un verdadero talento!
Este concierto es sumamente llamativo puesto que consta nada menos que de 5 movimientos:
1. Allegro con brio (4 a 5 minutos).
2. Moderato ben accentuato (3 a 4 minutos).
3. Tocata – allegro con fuoco (1- 2 minutos).
4. Largheto (6 a 7 minutos).
5. Vivo (5 a 6 minutos).
Con relación a esta composición se pueden hacer algunas observaciones debido a que tiene características bastante interesantes. Su orquestación es relativamente simple, con pocos instrumentos: caja orquestal, algunos instrumentos de cuerda, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 2 trompas, 2 trompetas, 2 trombones y timbales. Por ejemplo, y sin emitir juicio de valores, a diferencia de otros compositores, los cuales “van preparando” la entrada del piano, Prokofiev en esta obra hace entrar a este instrumento “desde el vamos”, a plenitud, con todo su potencial.
El segundo movimiento es sumamente llamativo. Aquí Prokofiev emplea magistralmente el glissado en forma reiterativa, de forma algo parecida al Concierto Nº 2 para Piano y Orquesta (último movimiento) de Franz Liszt. Este segundo movimiento nos muestra un maravilloso juego entre la orquesta y el piano, con efectos rítmicos que en ciertos aspectos también nos recuerdan una composición posterior de Prokofiev, nada menos que “Pedro y el Lobo” (1936). Dicho movimiento nos provoca hasta una sensación de “buen humor”, llegando quizás a despertarnos una sonrisa. Podemos apreciar que este segundo movimiento es la parte más destacable y atractiva de todo el concierto.
El tercer movimiento se caracteriza por un verdadero “frenesí”, con gran despliegue técnico por parte del piano. El cuarto, “largheto”, es el más prolongado y melódico de todos, hasta desarrollándose, de manera “sufrida”, por momentos algo melancólica.
El último movimiento recobra un gran ímpetu, lo que corresponde a un “vivo” y finalizando de manera verdaderamente sumamente enérgica.
En realidad algunos críticos han levantado algunas observaciones negativas hacia este concierto debido a que, a diferencias de las cuatro restantes, no se pueden encontrar ni una sola melodía “memorable” y, según su biógrafo Harlow Robinson, Prokofiev se vale solamente de recursos técnicos. El mismo Prokofiev llegó a mencionar en 1941 con relación a esta composición: “la obra resultó ser complicada (…) es cierto que buscaba simplicidad, pero también tenía miedo de que eso se convirtiera en estribillos de fórmulas antiguas, en una “sencillez antigua”, que le sirve muy poco al compositor que busca lo nuevo (…) trataba de buscar una simplicidad nueva, pero entonces resultó que esa nueva simplicidad, con sus nuevas técnicas y más que nada sus nuevas entonaciones, no se percibía en modo alguno como tal sencillez”.
En otras palabras, esta composición no resultó al final como se pensó en un principio.
En cierto modo este ucraniano no quedó del todo conforme con dicho concierto, lo que quizás lo llevara a abandonar definitivamente las composiciones para piano y orquesta.
Si bien esta obra es poco escuchada en la radiofonía o ejecutado en las salas de conciertos, ha sido grabada por varios pianistas, mayormente, al igual que el resto de los conciertos de este compositor, por artistas rusos. Así tenemos entonces a Sviatoslav Richter, Vladimir Ashkenazy, Jefim Bronfman, Alexander Lazarev, Boris Berman, Alexander Toradze, Vladimir Krainev, como también por Kun- Woo Paik, Michel Berof, Abdel El Bacha y el pianista francés Gabriel Tacchino.